Espionaje del sábado noche
Como todos los sábados del verano a las tantas
de la madrugada los adolescentes pasan por debajo de la ventana de mi
habitación. Este barrio del pueblo les sirve como atajo tranquilo para ir a los pubs desde el jardín del botellón, y a esas horas, claro está, solo quieren
exaltar la amistad. La ola de calor no me deja dormir y aguardo como esperan
los ejércitos la llegada del enemigo. Pero lejos esta vez de idear con ira un plan malévolo que nunca ejecuto y en el que yo no dejo de arrojar cubos de agua desde la
oscuridad alta de mi terraza, decido darme el gusto de poner los pies en el
suelo fresco, escuchar y tomar nota de todo lo que esta generación tiene que
proclamar a los cuatro vientos de aire caliente. Sobre las 3:00 h. sus voces
graves y gallináceas irrumpen en la quietud de la noche. «¿Pacífica? ¿Qué es
eso de pacífica?», dice una chica como en grito de guerra. «Le he dado el
número». «¿Y lo sabe tu padre?». «No…». A las 3:22 se derriba un contenedor.
Los responsables lo celebran entonando al unísono una canción de Estopa.
«¡Me la pela, me la pela…!». Sus vozarrones me llegan al alma. En esta calle estos gamberros han llegado a caminar por encima de los coches abollando techos y capós. A las
3:57 unos chicos desfilan a paso marcial, olímpicos, la mirada al frente, un
dos, un dos. Los veo borrosos a través de la mosquitera y me pregunto qué harán
después del verano. Muchos han acabado el bachillerato y comenzarán la
universidad en septiembre. A las 4:23 copio los comentarios de unas chicas. «Lo
puedes canjear por la pizza esa que te dan». «Yo me comería un bocadillo de
atún con mayonesa». «Madre mía, ¡qué bueno!». A las 4:40 se normaliza el
silencio y cobra protagonismo un grillo zapatero. En la lejanía se oye un grito
dramático y desgarrado: «¡Noooo!». Hay noes que, según el tono, significan
cosas distintas. No hay más que ver las votaciones de investidura. Poco antes
del amanecer el viento arrastra polvo y calima como una máquina limpiadora. Las
5:00. Sin novedad. Me acuesto y el cri-cri del grillo me aburre. Ahora los echo
de menos. Mañana también yo tendré resaca.
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